Ligdo para su esposa desea que se aligere de la carga con el más pequeño dolor y que de a luz un varón. Desea eso porque si tiene una hija, la hija supone una carga económica para él, porque no sale a trabajar y por lo tanto no gana un sueldo. Además tiene que responsabilizarse del marido y la familia que tenga su hija.
Ligdo era el padre de la familia, tenía derecho a abandonarla recién nacida, pues él mandaba y tenía poder jurisdiccional sobre los hijos y si él decidía matar al bebé, nadie podría ponerle en duda su palabra. En todas las familias romanas mandaba el padre familia.
Hoy en día, se sigue actuando así en muchos países asiáticos y latinoamericanos.
Finalmente, la esposa de Ligdo, por desgracia, da a luz. Fue una hija.
Ligdo estaba decidido a matar a la recién nacida pero la madre tenía claro que la quería salvar, por lo que se escapó con ella hacia una de las siete colinas de Roma. Ligdo andaba errante por el mundo buscando a su mujer, no la encontraba, hasta que después de muchos años, la localizó en el Palantino. Iba acompañada de su hija, como era normal. Cuando vió a las dos, se echó a correr hacia ellas y las estrechó con un largo abrazo entre sus brazos. Nunca más volvieron a separarse.
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